Inoxichel España Noticias El presidente de Corea del Sur se disculpa ante los ciudadanos, pero se niega a dimitr | Internacional

El presidente de Corea del Sur se disculpa ante los ciudadanos, pero se niega a dimitr | Internacional

Y al cuarto día, el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, después de provocar una de las mayores crisis políticas e institucionales del período democrático en el país asiático y enrocarse en un sorprendente silencio, al fin ha hablado. Ha comparecido este sábado, a las 10 de la mañana, hora local, con el rictus serio, corbata roja, ojeras abultadas. Ha hecho una declaración fugaz, de apenas minuto y medio, que ha parecido leer del teleprompter: “Lo siento sinceramente y pido disculpas a la gente, que debe haberse sorprendido mucho”.

A sus disculpas, ha añadido que tomó la decisión de declarar la ley marcial de emergencia el martes movido por la “desesperación” como jefe del Estado. Ha asegurado que asumirá cualquier responsabilidad política y legal; desmentido los rumores de una nueva ley marcial que han atemorizado a los ciudadanos en los últimos días; y concluido con unas palabras ambiguas que se podrían interpretar como una incipiente dimisión, o como la asunción de que, con una moción de destitución en marcha contra él en el Parlamento este mismo sábado, le queda muy poco tiempo en el poder: ”Dejaré la cuestión de mi mandato y el futuro plan de estabilidad política en manos de nuestro partido”. Ha terminado su alocución doblando el cuerpo con una inclinación: perdón, de nuevo. No ha habido preguntas.

La jornada del sábado ha arrancado así, abriendo la puerta a una carrera de negociaciones a puerta cerrada entre líderes políticos mientras el reloj de arena se va consumiendo: la intención de la oposición es votar a las cinco de la tarde, hora local (las 9 en la España peninsular), en la Asamblea Nacional una moción de destitución del presidente. Para que salga adelante, y sumar los dos tercios de la Cámara (200 de los 300 escaños), es necesario recabar el apoyo de al menos ocho votos de la formación de Gobierno, el Partido del Poder Popular (PPP) de Yoon. Las adhesiones no están claras.

El viernes, Han Don-hoong, el líder de la agrupación, aseguró que era necesaria la “suspensión inmediata” de Yoon, tras la revelación de que, cuando declaró la ley marcial, pidió la detención de líderes políticos. Han no aclaró, sin embargo, si concedería los ocho votos necesarios para destituirlo a través de la votación. Este sábado, tra la disculpa presidencial, ha reiterado que el presidente no está en condiciones de continuar su mandato, y que su dimisión es inevitable. Han también se ha reunido con el primer ministro, Han Duck-soo, quien debería asumir la jefatura del Estado en caso de que Yoon sea destituido.

Mientras, crece también la presión ciudadana frente al edificio del Parlamento. A pesar del frío gélido, con temperaturas bajo cero, miles de personas siguen llegando este sábado a la zona para seguir gritando consignas que piden la caída de Yoon. También crece la afluencia de policías. Las autoridades esperan que se junten hasta 200.000 manifestantes. Muchos de ellos ni siquiera han pasado por casa esta pasada noche: llegaron a la concentración convocada el viernes por la tarde, y aquí siguen. En la madrugada de este sábado se veían incluso grupos de ciudadanos vigilando las puertas de acceso del recinto del Parlamento. Cubierto con voluminosos abrigos, compartían café caliente y se calentaban junto a una estufa. El termómetro marcaba 2 grados bajo cero. Quieren asegurarse de que no llegan militares de nuevo a la Asamblea, contaban.

Los ciudadanos surcoreanos están dando estos días muestras de su compromiso férreo con la democracia. A las puertas de la sede del Poder Legislativo, que ha sido acordonada por los agentes, y entre los estentóreos chillidos de los altavoces, Young Choi, una empleada de una compañía aérea de 50 años, recuerda cómo el martes, cuando ya estaba acostada, recibió la llamada de un familiar para informarle de que acababan de declarar la ley marcial. De inmediato puso rumbo a la Asamblea Nacional. Fue una de esas ciudadanas que se interpuso entre los militares de las fuerzas especiales que llegaron con órdenes de tomar el hemiciclo. Enseña fotos suyas en el móvil, en medio del barullo en la entrada del Parlamento. Lograron impedir su paso, cuenta con orgullo. Y aquí sigue Young, aguardando la votación.

A su lado, Kim Gap-soo, un conocido analista político de 66 años, cuenta cómo la declaración de la ley marcial del martes le recordó a lo más oscuro de la dictadura surcoreana. El país no vivía una situación similar desde 1980. Pero Kim reconoce que la reacción ciudadana, e incluso la de los propios militares y policías, ha sido muy distinta de cuando se decretó entonces la ley marcial. “Ha mejorado mucho la mentalidad democrática”, dice. Alerta de la deriva dictatorial de Yoon. Dice haberse sentido “humillado, enfurecido, triste” por la medida extrema. Y, envuelto en una multitud que a veces se detiene a fotografiarle, concluye diciendo que la imposición de la ley marcial coqueteaba con tres ideas: “Golpe de estado, traición y guerra civil”.

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