Andrea Savini se ha pasado la vida persiguiendo la esencia de los árboles retratándolos desde arriba al natural, sin retoques. Lo ha logrado a través de los bonsáis. El resultado: imágenes entre el realismo y el surrealismo, de gran belleza, inquietantes… incluso en ocasiones monstruosas, casi imposibles.
Rara vez podemos observar un árbol desde arriba. El fotógrafo Andrea Savini (Milán, 61 años) capturó esa perspectiva cenital por primera vez siendo adolescente, desde el octavo piso en el que vivía con sus padres en Madrid. “Cada vez que miraba esa imagen, pensaba en la belleza de ese árbol visto desde arriba, e imaginaba que, si pudiera fotografiarlo sin la acera y el asfalto, se vería aún más hermoso”. A partir de aquí se inicia uno de esos procesos latentes que te acompañan toda la vida, sin urgencia. Hasta que dio con la forma de retratar esa belleza como él pretendía: exuberante, nítida, con texturas que parecen tener volumen y salirse de la foto. Y, sobre todo, en su esencia, sin retoque, como licencia a su trabajo diario.
Con árboles a tamaño natural, los detalles se perdían. Por eso, decidió probar con la densidad y escala de un bonsái: arces, olmos, pinos, tejos, acebos, ginkgos, granados, membrilleros, caquis o manzanos cedidos por el Museo del Bonsái Luis Vallejo y el centro Verdecora de Alcobendas (Madrid). Fueron ocho años capturando ejemplares en diferentes momentos, pues en pleno esplendor no se aprecia el patrón fractal de las ramas, los distintos colores de las hojas, los frutos o el romper de las yemas. Siempre intentando ocultar el tronco: ese minucioso ángulo que dispara el carácter monstruoso, imposible o surrealista en ciertas imágenes, más allá de las intricadas formas o texturas.
Arce japonés (‘Acer palmatum’). Destaca por la delicadeza de sus hojas palmeadas cuando se despliegan en primavera.Andrea SaviniÁrbol de Júpiter (‘Lagerstroemia indica’). Figuras geométricas a diferente escala se repiten en la naturaleza: un árbol, unos ríos confluyendo, o un minúsculo insecto.Andrea SaviniMembrillero japonés (‘Chaenomeles japonica’). Al acabar el invierno, cobra vida con un delicado estallido de flores. Andrea SaviniAlmez (‘Celtis sinensis’). Con su techo arbóreo a medio crecer, todavía se intuye la delicada estructura del almez. Andrea SaviniManzano (‘Malus pumila’). A medida que este árbol envejece, la corteza se vuelve más texturizada, con fisuras profundas y un tronco retorcido, creando un aspecto a veces monstruoso.Andrea SaviniPino blanco japonés (‘Pinus parviflora’). A pesar de ser perenne, su verde dosel permite intuir su estructura.Andrea SaviniCaqui (‘Diospyros kaki’). Cuando cayeron sus hojas, este caqui del vivero del maestro del bonsái Shinji Suzuki dejó relucir la pequeña cosecha de sus frutos. Andrea SaviniArce de Montpellier (‘Acer monspessulanum’). Destaca por el verde brillante de sus hojas y su geometría fractal; este ejemplo fue recuperado en España en 1991.Andrea SaviniAcebo japonés (‘Ilex serrata’). Su tronco retorcido y encorvado evoca, según el fotógrafo, una criatura enfadada.Andrea SaviniStewartia (‘Stewartia monadelpha’). De origen japonés, es admirado por su corteza anaranjada y la belleza de sus flores en primavera. Andrea SaviniGinkgo (‘Ginkgo biloba’). Fotografiado al inicio de la primavera, se captan las yemas apicales, mientras que en otoño es muy apreciado por la coloración dorada de sus hojas. Andrea SaviniEvónimo (‘Euonymus sieboldianum’). “Si observamos un árbol cuidadosamente es posible que en él veamos algo misterioso, inquietante… quizás por la sospecha de que sus ramas, tronco y cicatrices nos hablan en silencio, aunque no estemos seguros sobre qué” (doctor Miguel Alexiades). Andrea SaviniCaqui (‘Diospyros kaki’). El caqui ahora se presenta exuberante, en un año abundante de frutos. Proviene del maestro del bonsái japonés Shinji Suzuki.Andrea SaviniHiguera (‘Ficus carica’). Retratado en el profundo invierno, se presenta como una forma supernatural, desafiante… Andrea SaviniOlmo chino (‘Ulmus parvifolia’). La fotografía cenital permite explorar la intricada estructura de este olmo, imposible de apreciar desde nuestra perspectiva habitual. Andrea SaviniOlmo japonés (‘Zelkova serrata’). Regalo del premio Nobel Gabriel García Márquez a su amigo el expresidente Felipe González. Andrea Savini
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