Hay una edad subjetiva, muy distinta de la edad biológica. Es la razón por la que, primero los 30, luego los 40 y, por último, los 50 se han convertido, uno tras otro, en los nuevos 20. La inversora y emprendedora Katerina Stroponiati (Grecia, 41 años) ha entendido mejor que nadie esta discrepancia temporal. Por eso, el año pasado fundó Brilliant Minds, un fondo de capital riesgo dedicado a apoyar a emprendedores mayores de 50 años. Su objetivo es derribar los estigmas relacionados con la edad en el ámbito empresarial y, a la vez –en esto consiste invertir–, ganar dinero con ello. “Los inversores de capital riesgo consideran un logro respaldar al fundador más joven posible, por lo que los emprendedores mayores de 50 años son un mercado muy ignorado”, afirmó Stroponiati en una entrevista. “En realidad, si tienes más de 50 años, tienes el triple de probabilidades de salir a Bolsa que los fundadores más jóvenes. La experiencia está infravalorada y esa es la tendencia que estoy rompiendo con Brilliant Minds”.
La empresaria griega confiaba en que su propuesta de invertir en emprendedores mayores de 50 años causaría impacto, pero no esperaba la abrumadora respuesta que recibió: en los dos primeros meses llegaron más de 500 solicitudes. El 23% de los proyectos recibidos procede de empresas lideradas por mujeres, casi el doble del promedio de la industria, que ronda el 13 %. Además, y en contra de lo que cabría suponer, muchas de las propuestas están enfocadas en tecnología de vanguardia. Una de las primeras inversiones fue en una plataforma de inteligencia artificial basada en blockchain, liderada por un empresario con décadas de trayectoria en IBM.
Aunque Stroponiati defiende el valor de la experiencia, su éxito llegó de forma relativamente precoz. Nació en un pequeño pueblo de la isla de Eubea y, según relata en una entrevista, ya de niña se entretenía construyendo aparatos electrónicos. “Cuando un familiar me regaló mi primer ordenador, descubrí una nueva forma de crear y despertó mi interés por Internet y la tecnología”.
En la Universidad Técnica de Creta conoció el mundo de las empresas tecnológicas, impulsada por un entorno emprendedor del que salieron startups como la entonces popular Flexy. “Tuve una visión interna de lo que significa fundar una empresa emergente. Fue entonces cuando supe que debía dejar Grecia para dedicarme de lleno a mi pasión por el emprendimiento y la tecnología”.
Postuló a los programas más prestigiosos de Estados Unidos y, en 2012, la admitieron en la Universidad de Berkeley. Allí se familiarizó con el ecosistema de Silicon Valley y decidió que quería quedarse para emprender. Sus dos primeras startups fueron un software de intercambio de archivos y Sunshine, una aplicación meteorológica que predecía las condiciones del entorno utilizando los sensores de los teléfonos inteligentes. Fue la primera red meteorológica desarrollada íntegramente para dispositivos móviles y superó los dos millones de usuarios.
En 2017 fundó Monday Capital, una empresa de capital de riesgo, y dos años después se mudó a Nueva York para empaparse del ritmo de la ciudad. Desde Monday Capital invirtió en startups en etapa inicial, y cuatro de esas inversiones alcanzaron el estatus de unicornio (una valoración de más de 1.000 millones).
La mayoría de las propuestas de inversión que recibía en aquella época provenían de personas casi recién salidas de la universidad o, incluso, de quienes ni siquiera habían terminado sus estudios, con edades entre 20 y 22 años. Apenas tenía noticias de emprendedores de más edad, y empezó a preguntarse si acaso existían. Finalmente descubrió que sí, pero no encontraban su lugar en el sistema ni en la cultura de inversión de capital riesgo.
Según ella, el edadismo dentro de este sector comenzó hace una década, cuando Silicon Valley empezó a glorificar a los fundadores jóvenes. “Internet se modernizó. Surgió el iPhone y se crearon todas estas aplicaciones, lo que colocó al desarrollador en el centro”, recordó. “Había que ser desarrollador, había que ser joven. Esa era la narrativa. Pero esto está cambiando”.
Tras cerrar dos operaciones exitosas con emprendedores de más edad, concluyó que el buen resultado se debía principalmente a dos factores: un profundo conocimiento de la industria y una amplia red de contactos que facilitaba la capacidad de asociarse. Dos cualidades propias de personas con experiencia que, además, solían mostrar mejores capacidades de comunicación y gestión de equipos.
Durante un tiempo, esta inversora profundizó en el mercado de la longevidad, un sector que lleva años en auge. Entendió que este negocio no debía limitarse a medicamentos antienvejecimiento o cirugía estética, sino a reconocer que la proporción de personas mayores en la población crece sin parar y que, además, quien cumple 50 años hoy no se parece en nada a quien tenía 50 hace décadas. Las personas de mayor edad siguen siendo consumidoras activas y, con el tiempo, incluso crearán sus propias subculturas y tendencias. Para dirigirse a este nicho, la mejor opción puede ser hacerlo desde la perspectiva de alguien de la misma edad. Esta es la base de Brilliant Minds.
En una conferencia, se preguntó para qué sirve vivir hasta los 120 años, como propone el influencer antienvejecimiento Bryan Johnson, si la sociedad nos “jubila” a los 50. “Uno de los mayores problemas que acelera el deterioro cerebral y cognitivo es el edadismo”, afirmó. “Vamos a vivir más tiempo; todo el mundo trabaja para conseguirlo. Pero, al mismo tiempo, cuando llegamos a los 50 –o incluso antes– la sociedad nos aparta, nos hace sentir inútiles y, como consecuencia, nos enfrentamos a problemas de salud mental, depresión e incluso Alzheimer”.
Stroponiati es tan optimista sobre su proyecto que ni siquiera exige a los emprendedores que conoce –sin importar su edad– que tengan un plan de sucesión o que sepan cuántos años podrían dirigir la empresa. “No hago esas preguntas”, confesó. “Los trato como a cualquier otro empresario, y la debida diligencia que realizo es exactamente la misma que solía hacer con los emprendedores más jóvenes”.
Comprometida con la longevidad
Buenos hábitos. Stroponiati mantiene una dieta rica en pescado graso, verduras, legumbres, nueces y aceite de oliva, y limita los carbohidratos y el azúcar. Su rutina de ejercicio incluye danza contemporánea, fuerza, barre y tenis. Además, utiliza tecnología como WHOOP para el seguimiento del sueño y la recuperación.