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Curar el cáncer con vinagre de manzana | Televisión

A mediados de enero, mientras revisábamos cada día las redes sociales de una actriz cuya existencia ignorábamos hace un año, Mel Gibson, la superestrella de Hollywood, contó que tres amigos suyos habían superado un cáncer en estadio cuatro gracias a la ivermectina y el fenbendazol, desparasitadores habituales en ganadería, porque William Wallace luchaba para derrotar a los ingleses, pero Mel Gibson combate contra el sentido común. Lo soltó en el pódcast de Joe Rogan, un espacio seguro para la extrema derecha con veinte millones de seguidores. Por supuesto, Rogan, uno de los nuevos miembros del séquito de Trump, no cuestionó sus palabras: para qué apelar a la ciencia cuando el nuevo jefe de la sanidad de Estados Unidos es un activista antivacunas que afirma tener problemas cognitivos porque un gusano se comió parte de su cerebro. Y no es una trama descartada de Veep, es que nos estamos yendo a pique. Que una de las últimas medidas de Joe Biden fuese otorgar un indulto preventivo a Anthony Fauci, el médico que estuvo al frente de la pandemia en Estados Unidos, deja claro cómo están las cosas por aquellos lares; las palabras de Fernando Simón a Évole nos advierten que por estos deberíamos poner las barbas a remojar.

Lo de Gibson no abrió informativos como sí lo hicieron los tuits de Karla Sofía Gascón, a pesar de ser mucho más peligroso potencialmente: además de socavar la confianza en la ciencia, infunden falsas esperanzas a los que ya las han perdido. Si no lograron más repercusión, tal vez sea por lo comunes que resultan. Nos hemos acostumbrado a cruzarnos con anuncios fraudulentos que lo mismo te ofrecen un amarre que una limpieza de aura. Cantamañanas y sacaperras campan a sus anchas lucrándose y desinformando sin que sus huesos acaben en la cárcel.

En Netflix acaba de estrenarse Vinagre de manzana, la historia de una de esas miserables iluminadas, la australiana Belle Gibson, una joven y guapa madre soltera —la brillante Kaitlyn Dever— que afirmaba haber superado un cáncer cerebral gracias a comer sano y mantener un espíritu positivo. Acumuló miles de seguidores, a ver quién quiere someterse a la tortura de la quimioterapia si te curan igual un aguacate y una sonrisa. Sobra decir que jamás había estado enferma y que su imperio estaba basado en un cúmulo de despropósitos fácilmente desmontables. Al contrario que las malvadas corporaciones médicas, ella no lo hacía por dinero, sino por amor a sus semejantes. Que sus mentiras la hiciesen millonaria sólo fue un efecto secundario.

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