El barrio Socio Vivienda 2, enclavado entre las montañas de Guayaquil, se ha convertido en un escenario de guerra en pleno corazón urbano de la ciudad más poblada de Ecuador. Unos 20 hombres armados descendieron el jueves de los cerros que rodean la zona, como una marea de violencia imparable, y se dirigieron a varias viviendas, donde desataron una matanza que dejó 19 muertos a su paso. Un ataque sin precedentes que ha sembrado el terror más absoluto en la zona. “Así debe sentirse vivir en una guerra”, comenta, con voz temblorosa, Lucía (quien por razones de seguridad quiere proteger su identidad), a través de una llamada telefónica, tras horas de intensa balacera que se extendió hasta pasada la medianoche de este viernes. “La Policía entró, recogió unos muertos y se fue. La balacera empezó de nuevo en la noche, se escuchaba cómo entraban a las casas con violencia”, relata, aún aterrada, la mujer, que ha permanecido encerrada en su casa con su familia desde la tarde del jueves, cuando comenzó la masacre.
Ante la persistencia de la violencia, el presidente Daniel Noboa, que se juega la reelección en las elecciones del próximo 13 de abril, publicó en X que los policías y militares que se desplacen al sector de Socio Vivienda cuentan desde ya con el indulto presidencial. “Necesitamos que actúen con determinación y sin temor a represalias”, expresó el mandatario ante las consecuencias legales de la acción de la fuerza pública en el barrio.
Las autoridades han advertido de que la cifra de fallecidos puede seguir aumentando, ya que varias familias han denunciado la desaparición de sus allegados, mientras que una mujer con signos de violencia fue hallada en una zona selvática al amanecer del viernes. Unos testigos que hallaron el cuerpo aún con vida llamaron a los servicios de emergencia, pero la ambulancia llegó dos horas después, cuando la mujer ya había fallecido.

Lo sucedido es una nueva muestra del horror al comienzo del año más sangriento en Ecuador y en plena temporada electoral. Los centros de salud cercanos a la zona de Nueva Prosperina, donde se encuentra el barrio Socio Vivienda, han solicitado a la población que evite acudir, suspendiendo incluso los servicios sanitarios primarios debido a la escalada de violencia.
“Son muertes direccionadas, porque sabemos que son integrantes de estas organizaciones delictivas”, ha justificado Herbie Guamaní, jefe policial de Nueva Prosperina. Según las autoridades, la banda criminal que se denomina Los Tiguerones, es la que “manda” en este territorio. Algo conocido desde hace tiempo, a tal punto que en 2024 Socio Vivienda fue intervenido por militares y policías en tres ocasiones, pero al margen de la esporádica presencia de la fuerza pública el barrio permaneció bajo el control de la banda, que ahora se ha dividido en dos facciones: Tiguerones Fénix y Tiguerones Igualitos. La hipótesis de la policía es que estos dos grupos son los que están en guerra.
Nadie entra ni sale de Socio Vivienda. Quienes residen allí viven atrapados en el estigma del horror y el peligro constante, un estigma que se ha vuelto un obstáculo incluso para conseguir un empleo. Desde hace más de un año, el transporte público suspendió la ruta hacia este sector del noroeste de Guayaquil, y los niños que asisten al centro educativo del barrio lo hacen con intermitencia, ya que las continuas balaceras paralizan todas las actividades en un abrir y cerrar de ojos.

A solo 15 kilómetros de Socio Vivienda, otras tres personas fueron asesinadas, lo que eleva a 22 los fallecidos en la zona de Nueva Prosperina en menos de 12 horas. La mañana del viernes, un grupo de policías regresó a la zona junto con funcionarios del Ministerio de Vivienda para verificar que los habitantes de las casas sean los verdaderos propietarios. Lo hacen porque muchos se han visto obligados a abandonar sus hogares y huir, mientras las bandas criminales se han apoderado de las viviendas. Mientras acompañaban a los funcionarios, cuatro jóvenes, con una maleta llena de armas iniciaron una persecución con la policía en un desesperado intento de fuga.
El barrio Socio Vivienda, situado al noroeste de Guayaquil, nació en 2012 como parte del proyecto Guayaquil Ecológico, impulsado durante el Gobierno de Rafael Correa. Para ello, 6.316 familias fueron reubicadas desde las orillas del río o incluso desde el mismo cauce del Estero, para así sanear una de las áreas más vulnerables de la ciudad.
Sin embargo, la promesa de un hogar digno para esas familias, muchas de las cuales vivían en viviendas de dos pisos de cemento y de dimensiones amplias, se desmoronó rápidamente. “Nos dieron unas cajas donde vivimos hacinados”, relata Lucía. Lo que antes eran hogares de espacios amplios, ahora se transformaron en pequeñas construcciones de 40 metros cuadrados, divididos en tres habitaciones, una diminuta cocina y un baño, donde, en ocasiones, hasta dos familias deben convivir en una misma casa.

El hacinamiento no ha sido el único desafío para los habitantes de Socio Vivienda. El barrio ha devenido en un epicentro de violencia y criminalidad. Las bandas de los Tiguerones y Los Águilas, en una disputa por el control territorial, han generado una escalada de robos, secuestros, venta de drogas, tráfico de armas, extorsiones y asesinatos. La situación ha alcanzado niveles incontrolables.
Fuentes policiales aseguran que todos los comerciantes del sector son extorsionados, pero el miedo es tan grande que las denuncias casi no existen. Este clima de terror ha creado un caldo de cultivo perfecto para la violencia, mientras la desconfianza hacia las autoridades crece día a día. Incluso las unidades de vigilancia policial en la zona han sido objetivo de atentados en múltiples ocasiones, siendo uno de los más devastadores el ataque que terminó con la vida de una mujer policía recién graduada.
El barrio Socio Vivienda es un microcosmos de una ciudad atrapada en su propia lucha contra la pobreza, la violencia y la impunidad. El sueño de un lugar mejor, que alguna vez representó para miles de familias la reubicación, se ha convertido en una pesadilla donde el hacinamiento, el crimen y la desesperanza dominan una realidad que parece no tener fin.