Inoxichel España Noticias Buffett enseña el camino del buen consejero, pero su oráculo no llega a España | Empresas

Buffett enseña el camino del buen consejero, pero su oráculo no llega a España | Empresas

Hace unos días se publicó la 60 carta anual de Warren Buffett a los accionistas de Berkshire Hathaway. Con Warren habiendo cumplido ya 94 años no quedan muchas oportunidades para disfrutar de estas joyas. Se las recomiendo. Sobre todo las de los años 70, con la inflación desbocada en Estados Unidos.

Cuando alguien que ha generado un retorno compuesto anual del 19,9% durante sesenta años habla merece la pena escuchar. Puede no parecer algo espectacular pero, en palabras de Einstein, el interés compuesto es la octava maravilla del mundo. Y ese retorno, que “sólo” ha duplicado al del S&P 500, ha significado un beneficio acumulado del 5.502.284% (¡141x más que el S&P!).

Las acciones han pasado de 18 dólares en 1965 a 747.000 hoy. Un inversor que hubiese confiado 10.000 dólares al Sabio de Omaha en 1964 tendría ahora 414 millones. Ahora ya es fácil entender por qué estamos hablando, usando el símil cervantino para describir la batalla de Lepanto, de “el más alto inversor que vieron los siglos pasados, los presentes ni esperan ver los venideros”.

Durante el 50 aniversario de la junta de accionistas nevaba en Omaha en mayo. De forma inédita se abrieron las puertas del centro de convenciones antes de la hora prevista para evitar hipotermias ya que había miles de personas esperando desde las 2 de la madrugada. Al agradecerle el gesto, Warren dijo, en broma, “si tuviese una empresa de paraguas las puertas seguirían cerradas”.

La junta siguió su curso “normal” con la visualización del vídeo corporativo en la que, entre varios cortos, Warren se acercaba a comprar el negocio de metanfetaminas de Walter White y Jesse Pinkman (Breaking Bad), tocaba el ukelele con Jon Bon Jovi y Arnold Schwarzenneger se negaba a contratar a Charlie Munger para su siguiente película por considerar que daba demasiado miedo.

La junta consistió en cinco horas de preguntas ininterrumpidas de accionistas, periodistas y analistas. Warren seleccionó específicamente a un analista que había vendido en corto las acciones de Berkshire y le dijo “pregunte usted lo que quiera. Haga que nuestras acciones caigan un 10%”. Eso es algo que jamás he visto (ni veré) en los cientos de juntas que he presenciado. El analista en cuestión, ni corto ni perezoso, rodeado de 25.000 personas que profesaban una admiración reverencial a los dos abuelitos sentados en el estrado, demostró un coraje digno del caballo de Espartero, y comenzó sus preguntas con: “¿Sr. Buffett, por qué su hijo Howard, sin ninguna experiencia, es consejero?”

Contrariamente a lo que hubiese pasado en España, no entraron los GEO a llevarse al intrépido analista después de tamaña osadía (en otra ocasión les contaré cómo se respondió a quien firma este artículo al hacer una pregunta similar al presidente de una empresa cotizada). Warren y Charlie le agradecieron la pregunta y le respondieron con coherencia y educación.

Las cartas de Warren contienen numerosos mensajes a lo largo de los años y se centran en diferentes temas. La historia anteriormente mencionada viene a colación de dos temas muy importantes. El primero es el reconocimiento de los errores para ser honesto en la gestión. En la carta de este año Buffett menciona que “en el período 2109-2023 he usado la palabra “error” o “equivocación” 16 veces en estas cartas”. En mi carrera profesional, en la que tuve que leer cientos de informes anuales, jamás vi nada parecido. Ni una sola vez. Incluso aunque los errores han sido la norma y no la excepción. Del 2005 al 2019, por ejemplo, ningún banco ni caja de ahorros española emitió ningún profit warning a pesar de la mayor caída de rentabilidad de la historia y la quiebra del sistema financiero.

El segundo tema importante, mencionado en cartas anteriores, tiene que ver con el gobierno corporativo. Los consejeros de Berkshire se seleccionan bajo criterios empresariales y no bajo ningún tipo de cuota. Se requiere de ellos que sean realmente independientes bajo diversos parámetros.

En primer lugar, los consejeros no deben de ser remunerados más allá de las dietas razonables. Si el sueldo del consejero representa una parte significativa de sus ingresos deja de ser independiente y no tiene incentivo a criticar las decisiones del CEO por miedo a perder su posición social y remuneración. En segundo lugar Berkshire no compra seguros de responsabilidad civil. Si algo va mal, son los consejeros los que tienen que hacer frente a sus costes legales. En tercer lugar tienen una parte importantísima de su patrimonio invertido en la empresa, lo que ayuda a minimizar los errores. Y, por último, tienen que tener conocimientos empresariales y de negocio. No ha lugar a incluir o excluir a nadie en razón de género, raza, religión o conceptos similares.

En la mayoría de los consejos de otras empresas los consejeros se eligen principalmente por su adhesión al presidente o al CEO, no tienen acciones significativas y sus ingresos y estatus social dependen en parte de pertenecer al consejo. Cuenta más su CV, para dar una pátina de prestigio, que sus conocimientos o involucración. Con ese enfoque su independencia se reduce a cero y se convierten en meros palmeros de las decisiones tomadas.

Hace unos años, en un mayúsculo escándalo, se produjo el colapso de Theranos, la compañía biotecnológica que prometía novedosos análisis de sangre. Su fundadora, Elizabeth Holmes, se convirtió en la más joven billonaria hecha a sí misma con una fortuna estimada de 9.000 millones de dólares. Todo era humo y en el 2022 se condenó a Holmes a 11 años de cárcel por fraude. El consejo de Theranos, sin embargo, estaba lleno de nombres de postín: el exsecretario de Estado Henry Kissinger, los ex secretarios de Defensa William Perry y el General Jim Mad Dog Mattis, el ex CEO de Wells Fargo y varios senadores.

En España, basta con echar una ojeada a los consejos de administración de numerosas empresas y preguntarse si los consejeros cumplen las condiciones requeridas por Berkshire. Ni que mencionar tiene, por supuesto, cuando la política de cualquier signo interviene en la gestión de empresas cotizadas. En esos casos el desastre está garantizado.

Este año Warren prácticamente no habla de ningún tema más allá del negocio… excepto de algo que creo he citado, palabra por palabra, en numerosas ocasiones en estos artículos: “El valor del papel moneda se puede evaporar si continúa la locura fiscal. En algunos países esta práctica temeraria se ha convertido en algo habitual… nunca olvides, Uncle Sam, que necesitamos que mantengas una moneda estable”.

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