El papa Francisco, hospitalizado desde el 14 de febrero, presenta “un cuadro clínico complejo” en su infección de las vías respiratorias, como anunció el Vaticano ayer lunes, dando a entender que su ingreso en el Policlínico Gemelli iba para largo, pero hoy martes ya ha alargado los plazos mínimos: si ayer canceló la audiencia general de mañana miércoles, ahora ha quedado anulada su agenda hasta el domingo. Se ha suspendido la audiencia jubilar del sábado, día 22, y en la celebración de la misa del domingo en la basílica de San Pedro le sustituirá el cardenal italiano Rino Fisichella.
A las 12.30 de hoy, el portavoz vaticano ha dicho simplemente, en línea con los días anteriores, que el Papa ha pasado una noche “tranquila”, ha descansado, ha desayunado y se ha dedicado a la lectura de algunos periódicos. El último parte médico hasta ahora, a la espera de la información que se facilite hoy, es el de ayer por la tarde. Confirmaba que las condiciones de Jorge Mario Bergoglio, de 88 años, eran “estacionarias”, no tenía fiebre y seguía con la terapia. El Pontífice, ya hoy en su quinto día de hospitalización, padece “una infección polimicrobiana del tracto respiratorio”, lo que indicaría presencia tanto de virus como de bacterias.
Los pocos detalles que ha dado a conocer el Vaticano indican que el Pontífice ha cambiado dos veces de terapia, señal de que los médicos han ido probando antibióticos hasta dar con el adecuado, y la ausencia de fiebre, según los expertos, es síntoma de que el tratamiento está funcionado. El propio Papa se ha referido estos días a su enfermedad como una “bronquitis”, lo que descarta una pulmonía, que es más grave. Ya al día siguiente de su ingreso en el Gemelli, el Vaticano indicó que la terapia había sido “ligeramente modificada”, y ayer lunes se confirmó un nuevo cambio.
Hasta el día del ingreso fue tratado con cortisona, razón por la que presentaba el rostro hinchado, pero quedó en evidencia que no era suficiente. Además, Bergoglio, con fama de no ser muy buen paciente y reacio a los médicos, insistía en continuar con su ritmo de trabajo. Ya el 5 de febrero, en una audiencia con fieles, demostró dificultad para respirar y hablar. Él mismo comentó que tenía una bronquitis y delegó la lectura del discurso.
Los pulmones son uno de los puntos débiles del Papa y desde 2023 sufre fuertes resfriados y bronquitis en cuanto empieza el frío. A pesar de ello, el domingo 11 de febrero quiso presidir la misa en San Pedro al aire libre. Luego los médicos le forzaron a no moverse de su residencia, donde continuó recibiendo las visitas habituales. El mismo viernes, antes de ser ingresado, mantuvo cinco audiencias. Como continuaba sin curarse, finalmente aceptó ir al hospital. Un parón que además le obligaba a descansar.
Si se mantiene la costumbre establecida estos días, suele haber dos breves comunicados del Vaticano. Uno, por la mañana, para dar una primera información, no médica, del estado del Papa, como ya ha sucedido hoy. Si ha dormido bien, ha desayunado, qué hizo la tarde anterior. El segundo, por la tarde, ya contiene detalles médicos. Hoy se espera entre las seis y las siete de la tarde.
Pese a la convalecencia, el portavoz vaticano, Matteo Bruni, explicó el lunes que Francisco está “de buen humor”, también ha podido hacer algún trabajo ―de hecho estos días se han hecho públicos algunos nombramientos― y también hace llamadas telefónicas. Esto queda confirmado porque ha mantenido su costumbre de los últimos meses de llamar a diario a la parroquia católica de la Sagrada Familia, en Gaza, para mostrarles su cercanía. El párroco, Gabriel Romanelli, aseguró ayer que el Papa “estaba cansado, pero su voz era clara”.