Inoxichel México Noticias Greg Clark:“Necesitamos que las ciudades dejen de parecerse, que vuelvan a ser ellas mismas” | EL PAÍS Semanal

Greg Clark:“Necesitamos que las ciudades dejen de parecerse, que vuelvan a ser ellas mismas” | EL PAÍS Semanal

Si tuviéramos que listar todos los cargos que ha ocupado Greg Clark (Londres, 62 años) asesorando a primeros ministros o a ayuntamientos —Nueva York, Shanghái, Hong Kong, Bilbao, Oslo, Turín, Toronto, Bombay…—, no quedaría espacio para la entrevista. Hoy preside Connected Places Catapult, una plataforma que, asegura, “acelera la innovación en las ciudades”. Recibe en su sede, un antiguo taller reconvertido en oficinas ubicado en Clerkenwell, al este de la City londinense.

Llama usted al XXI “el siglo de la ciudad”.

Si seguimos así acabará con 10.000 ciudades de más de un millón de habitantes. Somos una especie urbanizadora y estamos construyendo un planeta de ciudades. En 1980, la población urbana del mundo era de 2.300 millones de personas. Hoy se ha multiplicado por cuatro. Pero el número de ciudades con más de un millón de habitantes se ha multiplicado por seis. Hemos pasado de 275 a 1.600.

¿Cuánto puede crecer una ciudad y seguir siendo habitable?

Shenzhen, el segundo puerto de China, tenía, hace 20 años, 100.000 habitantes. Hoy tiene 14 millones. En 1980 Londres tenía 6,9 millones de habitantes, hoy 9,2. La habilidad para crecer de manera saludable —es decir, inclusiva— depende de la inversión en infraestructuras, el buen urbanismo, una economía resiliente y el liderazgo, local y nacional. Se necesitan gobernantes capaces de anticipar el futuro de las ciudades. Por eso, cuando ves una ciudad que no está creciendo bien tienes que preguntarte dónde fallan los políticos. ¿Qué no han sido capaces de ver?

No hay una única manera de crecer bien…

No. Una ciudad pequeña mejora al conectarse con otras. Barcelona, por ejemplo, tiene muchos de los ingredientes para ser una ciudad de éxito: tecnología, talento, tolerancia, creatividad, apertura mental, clima… Es un lugar donde mucha gente desearía quedarse. Ese es su ADN. Lo que necesita es planificar un desarrollo exitoso. Y eso puede exigir convertirse en región metropolitana. Hay gente que vive en Viladecans y trabaja en Barcelona. Creo que su mayor reto es la velocidad a la que está cambiando para alguien cuya familia siempre ha vivido allí. Eso puede producir la sensación de que la ciudad ya no es tuya.

Cada vez más gente no puede pagar los alquileres.

Si anticipamos el tamaño de la ciudad que vamos a tener, podemos cambiar la previsión de recursos: el agua, la comida, la calidad del aire, las energías renovables… Anticipar es el trabajo de los gobernantes.

¿Hay modelos urbanos para ahorrar agua?

Singapur es el campeón mundial. Vivían rodeados de agua que no podían beber. Afrontaron el problema y, en seis décadas, se han convertido en líderes en tecnología del agua: en desalinización, en evitar pérdidas en las tuberías, en sistemas de reciclaje de aguas grises…

¿Cómo se soluciona el acceso a la vivienda?

La globalización de las finanzas ha causado una mercantilización de los bienes inmuebles. Eso ha propiciado que, en algunas zonas céntricas, haya pisos vacíos propiedad de dueños ausentes. Son un síntoma. Necesitamos diversidad en las viviendas y que las ciudades dejen de parecerse y vuelvan a ser ellas mismas.

Parece un consejo de psicólogo. ¿La ciudad global se ha terminado?

Está evolucionando, asumiendo que no ofreces lo que tienes —los comercios— sino lo que eres —lo que el lugar dice de ti—. Necesitamos liderazgo del lugar, que es un liderazgo colaborativo.

¿Quién se ocupa de los alquileres que aumentan y expulsan a la población?

Ese problema no se da en Singapur. Ni en Viena o Hamburgo. En las ciudades se necesita construir, continuamente, vivienda social. Debe ser un servicio público y eso se consigue regulando la propiedad de las viviendas urbanas.

Greg Clark, urbanista, retratado en Londres en las oficinas de Catapult.
Greg Clark, urbanista, retratado en Londres en las oficinas de Catapult. Manuel Vázquez

¿Defiende leyes que limitan el precio del alquiler?

Es un mecanismo de ayuda a corto plazo. La respuesta mejor es construir más viviendas aumentando la densidad. La idea de que debes ser propietario de tu casa deja a un lado la de la ciudad como espacio compartido.

Apostar por el turismo no mejora ni los alquileres ni la gestión del agua.

Tener turismo convierte una ciudad en un lugar visible y atractivo para la inversión internacional. Es muy difícil encontrar una ciudad exitosa que no tenga turismo. La clave está en utilizarlo de manera sabia.

¿Cómo?

Evitando lo masivo y centrándote en una economía de visitantes: que llegue la gente que necesitas.

¿Los ricos?

No necesariamente. Estudiantes, si quieres que aumente tu base de talento. No puedes pretender ser una ciudad a la que vaya todo el mundo, pero sí evitar el turismo masificado que se da en Benidorm. También en Madrid deben evitar los turistas que no necesitan. Eso requiere una gran coordinación entre Gobierno, líneas aéreas, dueños de los hoteles… Hay un liderazgo del lugar que, en una capital, precisa colaboración entre municipios y Gobierno central.

Si Madrid tiene un alcalde que defiende el regreso de los coches al centro, ¿cómo puede el Gobierno central apoyar lo que va contra la política europea de sostenibilidad?

Apoyar la ciudad no significa apoyar al alcalde. Muchas ciudades se beneficiarían de tener menos vuelos low cost aterrizando en sus aeropuertos. Y menos coches.

¿Usted tiene coche?

Uno muy pequeño. Pero aquí vengo pedaleando 12 kilómetros.

¿Y si llueve?

Me pongo chubasquero.

Asesora en la construcción de ciudades de Oriente Próximo, canadienses, británicas, sudafricanas, indias, latinoamericanas, españolas, nórdicas… ¿Recomienda estrategias similares en urbes tan diferentes?

Todas las ciudades precisan liderazgo a largo plazo, una visión común, compromiso con los ciudadanos para construir optimismo, inversión en vivienda, proteger la calidad del aire y la del agua. Eso es común: una ciencia aplicable a cualquier lugar. Pero cada ciudad es única. El ADN mezcla geografía, historia, clima, relación con el agua y relaciones entre los habitantes. Todas las ciudades tienen una epigenética.

¿Qué quiere decir?

Si vives en Barcelona, te haces un poco barcelonés. Si te quedas en Nueva York, te vuelves neoyorquino. Una experiencia ambiental común proporciona cambios que alteran los genes sin cambiar la secuencia del ADN. No recomiendo a todas las ciudades que hagan lo mismo. Pero sí les insto a que piensen en su ADN. Y lo cuiden.

¿En qué se fija al llegar a una ciudad?

Me gusta respirarlas. Camino para medir su confianza en las calles y su energía. También su organización. Me fijo en lo que parece funcionar y en lo que no.

¿Lo averigua caminando?

Y hablando con la gente.

¿En cuánto tiempo?

Cuando has visto más de 400 ciudades, haces las preguntas oportunas. Y escuchas mucho. Lo que descubres es que hay organizaciones buenas haciendo cosas en la geografía equivocada. El liderazgo del lugar no es un alcalde, es un equipo capaz de pensar en la ciudad más allá de un mandato de cuatro u ocho años.

¿Cómo empezó a interesarse por las ciudades?

Nací en el sudoeste de Londres, en Wimbledon —donde se juega a tenis—, y crecí entre ese barrio y el de Holborn, en el centro, donde vivían mis abuelos en una vivienda pública.

¿A qué se dedicaban?

Él era chófer, y ella, asistenta doméstica.

¿Cree que gente con empleos parecidos podría hoy vivir en el centro de Londres?

Si encontraran una vivienda de protección oficial, sí. Por eso debemos defender la vivienda pública. La londinense llegó a venderse.

Igual que la de Madrid.

Margaret Thatcher lo permitió. El caso es que siempre me interesó la ciudad porque desde los 10 años viajaba solo de un lugar a otro de Londres y me di cuenta de que el mapa mental que tenemos de la ciudad corresponde con sus sistemas de transporte.

¿Cuál es la importancia de la corrupción en el desarrollo de las ciudades?

Si una ciudad la tiene instalada en su sistema, esa ciudad no llegará nunca a su mejor versión. La corrupción tiene como efecto no atraer capital, ideas, creatividad ni talento. Al revés, espanta esa riqueza. No tengo ni idea del nivel de corrupción de Madrid u otras ciudades españolas. Pero me interesan las metrópolis que han superado la corrupción.

¿Por ejemplo?

Medellín y La Paz. Lo han conseguido instaurando enormes controles anticorrupción. Y se han beneficiado de un nuevo florecimiento. Abordar la corrupción en una ciudad no es solo una cuestión de vigilancia y leyes. Se necesita un cambio cultural, crear estándares de transparencia, incentivos para denunciarla. También procesos de amnistía porque, en algunas ciudades, la corrupción es endémica y afecta a todo el mundo. Lo que detiene la corrupción es la cultura de la transparencia.

¿Y cómo se construye?

Requiere reorganización interna y un liderazgo visionario y muy valiente. Alguien capaz de enfrentarse incluso al crimen organizado. Se necesita tiempo, años. Y se empieza por pagar a la gente en los lugares de control lo suficiente para que no quieran arañar más.

Estudió Política en Cambridge.

Pensé en convertirme en profesor. Pero empecé a trabajar con refugiados sin trabajo. Teníamos vietnamitas, cubanos, colombianos, etíopes y chilenos.

Y se fue a hacer trabajo voluntario en México. ¿Con los jesuitas?

Sí, era católico.

¿Ya no?

Estoy casado con una mujer judía. A veces voy a la sinagoga y otras a la iglesia. Es el mismo Dios.

Ha trabajado con refugiados y con grandes inversores.

Claro. Lo que me interesa es si la ciudad puede cambiar la vida de las personas. La velocidad en que las ciudades pueden traducir el talento de una persona en un trabajo productivo es clave para la prosperidad de las urbes.

¿Y eso puede medirse?

Es la economía urbana. Cómo se encuentra trabajo, qué relación tiene eso con el urbanismo… Por eso luego, en Nueva York, estudié urbanismo.

En 1996 regresó a Londres. ¿Es la mejor ciudad?

Es la única donde mi esposa viviría.

El factor personal. Más allá de la supervivencia, ¿qué hace que las personas se queden en una ciudad?

Lo racional tiene que ver con el trabajo, con la posibilidad de futuro. Lo irracional tiene que ver con el sentido de pertenencia, con la construcción del capital social.

Greg Clark.
Greg Clark.Manuel Vázquez

¿Los amigos?

Sí. La posibilidad de tenerlos. Las ciudades son plataformas donde se comparte.

¿Europa necesita migrantes para sobrevivir?

Todas las ciudades los necesitan. Si vamos a ser 10.000 millones de personas y si sentimos una responsabilidad hacia nuestros hermanos planetarios, querremos que todos tengan un buen lugar para vivir. Eso significa que muchos deberán emigrar. Cuanto más rica es una sociedad, más pequeñas son las familias. Eso puede parecer racional. Pero resulta que esas sociedades envejecen y es necesario reemplazar a la gente que trabaja. Eso es hoy uno de los debates en Alemania y en Japón. Pero está a punto de llegar a China tras las restricciones de natalidad.

Hay una diferencia entre una ciudad y un país.

No debemos olvidarlo. Un país se define por su geografía, por sus fronteras, por sus emblemas de identidad: banderas, himnos, moneda…, y tiene una idea de una coherencia racial.

¿Todavía hoy?

En los países, sí. En las ciudades, no. Las urbes son espacios de fusión, de paso, de mezcla y de creatividad. El problema es que las naciones controlan las políticas de inmigración de las ciudades. Y eso no funciona. Europa necesita inmigrantes.

¿El enfado de los votantes se traduce en cambios en las ciudades?

No es el enfado de los votantes, sino el liderazgo fallido.

Las ciudades chinas ¿tenían una idea equivocada del progreso?

No. Lo único comparable en esa escala es la urbanización china y la india. Las ciudades chinas atravesaron un proceso de urbanización obligatorio. Formaba parte del cambio de una economía rural a una economía industrial.

Ocurrió de manera muy acelerada. Como si no existieran opciones.

¿Es mejor ser una persona pobre en una ciudad china o en una india? Los dos países tienen aproximadamente la misma población y la misma cantidad de ciudades. China está urbanizada en un 65%. India, en un 37%. En general, la calidad de la urbanización china —de las viviendas, el transporte, los trabajos disponibles…— es mejor que en la India. La transición china ha sacado a 500 millones de habitantes de la pobreza. Pero si utilizamos nuestros estándares para medir la calidad de vida, vemos una densidad excesiva y pobreza de servicios.

No representa nuestra idea de libertad.

Sin duda. Sin embargo, en comparación ha sido una urbanización bastante exitosa.

Su abuelo fue chófer, su padre profesor y usted es consultor de muchos de los ayuntamientos del mundo. ¿Qué posibilidades tienen sus hijos de seguir evolucionando?

Los jóvenes hoy lo tienen más difícil. Terminé el instituto en los ochenta. Mi vida sucedió durante la gran expansión y en un periodo de tranquilidad mundial. Pude no solo trabajar, también elegir. He sido parte de una generación que ha decidido trabajar en ciudades, conectándolas, estudiándolas. No solo en su ciudad, en las ciudades del mundo. He tenido mucha suerte.

¿Hay alguna ciudad del mundo donde los jóvenes tengan hoy más posibilidades?

Se podría decir que las posibilidades de mi generación están hoy en algunas ciudades estadounidenses, en Canadá y en Australia. Donde hay grandes países con poblaciones no muy grandes y donde se da la transición de una economía de materias primas a una de servicios, hay trabajos. Eso sucede también en Oriente Próximo. Y en la India. Por supuesto también en China, pero en China aparece el factor de la libertad que necesitas para vivir.

Tiene dos hijos.

Uno trabaja en ciudades inteligentes. Vive en Barcelona.

¿Por qué relacionamos la inteligencia de las ciudades con la tecnología y no con poder respirar en ellas?

No me gustan las ciudades inteligentes. Basan sus decisiones en la tecnología y para mí lo que mejora una ciudad es el liderazgo y la colaboración. Creo que los que tienen que ser inteligentes en una ciudad son los ciudadanos, no la ciudad. Hay quien ha llevado la tecnología al extremo de pensar en ciudades robóticas. Esa no es mi idea de ciudad. Es importante poder confiar en los servicios y las infraestructuras urbanas, y la tecnología puede ayudar a eso. La tecnología es nuestra amiga si la ciudad ofrece opciones a los ciudadanos. Pero no nos gusta que nos controlen tanto. Queremos poder elegir y para eso hace falta diversidad. La diversidad da lugar a lo inesperado y esa es la magia de la ciudad. La tecnología no puede borrar la magia.

¿Cuál es la ciudad más segura?

La que tiene más gente en la calle. Una ciudad que funciona no es una urbe en la que solo los pobres van en metro. En las mejores ciudades, los ricos van en autobús.

¿Londres?

Por ejemplo. Es la magia de la ciudad: compartir calles, autobuses y supermercados es un seguro de convivencia. Convivir con lo diverso nos hace cautos. Y nos enriquece. Cuando una ciudad funciona, la gente distinta se mezcla.

¿En cuántas ciudades lo ha visto?

Conozco 400 ciudades. Diría que la mezcla de edades, razas y niveles culturales se da en Europa y Norteamérica. Tal vez en más de 50 ciudades asiáticas. En unas 10 ciudades latinoamericanas y en tres o cuatro de Oriente Próximo. En África puede verlo en Ciudad del Cabo y en Nairobi. Mi tesis es que las ciudades son lugares de esperanza.

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