En política existe un intangible que todo el mundo sabe lo que significa y que podría resumirse como el efecto Bono o la escuela Bono. Una manera de ser, de comportarse, un perfil, una ideología y una forma de hacer discursos políticos que trasciende un territorio clave, Castilla-La Mancha, y un partido, el PSOE. El expresidente socialista del Congreso entre 2008 y 2011 fue homenajeado este jueves en las Cortes con la presentación de un libro con sus 67 discursos institucionales más relevantes —dentro de una serie en la que ya se han presentado esas intervenciones de Mariano Rajoy y el lunes le llegará el turno a José Luis Rodríguez Zapatero—, en un acto tan heterodoxo como el propio personaje y como la mezcolanza de algunos de los principales invitados. Bono no defraudó, habló de todo, pero quiso lanzar también un mensaje a las voces, corrientes y personalidades que discurren ahora por vías paralelas en su propio partido: “Hay que defender a Pedro Sánchez porque se lo merece, como antes hicimos con Zapatero y antes, con Felipe González”.
La expresidenta del Congreso Ana Pastor, del PP, tuvo la idea de editar por parte de la Cámara baja una serie de libros con los discursos políticos más importantes de las personalidades institucionales más relevantes del país. La serie, sin embargo, se inició hace apenas un mes con ella ya fuera de ese cargo y con el ejemplar de las alocuciones seleccionadas por Rajoy. Este jueves le tocó el turno a Bono, que fue cuatro años presidente de las Cortes, tercera autoridad del país, y también ministro de Defensa.
La capacidad de convocatoria del acto define también muy bien al personaje. Por la sala Ernest Lluch del Congreso se asentaron, en distintas bancadas, el expresidente del Gobierno socialista Zapatero, el padre Ángel, el exdirector de EL PAÍS Juan Luis Cebrián, a la vera del exdirector de El Mundo, Pedro J. Ramírez y su pareja, a pocos metros del exministro del Interior, José Barrionuevo. En la primera fila, entre miembros de la Mesa del PSOE, se incrustó la exesposa de Bono, Ana Rodríguez Mosquera, miembros de su familia y la secretaria cuarta de ese órgano, Carmen Navarro, del PP pero de Albacete, que fue donde comenzó su carrera política el propio Bono. El homenajeado tuvo palabras, recuerdos y chascarrillos para todos.
En el estrado, antes de que Bono disertase, lo acompañaron los que fueron su relevo como presidentes en Castilla-La Mancha, los socialistas José María Barrera y el actual mandatario de esa autonomía, Emiliano García-Page, que participaron de sus gobiernos y se sienten en deuda con su legado. Se autodefinieron como miembros de una escuela, de una saga, de unas formas. El PSOE lleva gobernando con mayoría absoluta en ese territorio 38 años, 10 legislaturas con tan solo un leve paréntesis de un mandato en los que probó suerte el PP y eso no se ha vuelto a repetir. Barrera y Page asumieron, con su propio estilo, que ese legado se debe a la huella que dejó Bono.
¿Y qué es el efecto Bono? Los presentadores que se autocatalogaron como discípulos ofrecieron algunos “signos distintivos” con varias pinceladas: “Dejar huella allí por donde pasas”. “Ganar el poder para actuar”. “Tener una gran capacidad oratoria, pero con una preparación meticulosa y mucho instinto”. “Ser versátil, todoterreno y tener raza”. En el caso de Castilla-La Mancha, Page destacó haber podido ejecutar el relevo y ceder el testigo sin traumas y ensalzó su “personalismo, su forma de ser y su talante”.
Bono, de 74 años, empezó por rememorar que cuando llegó por primera vez al Congreso disponía de solo 28 años, fue nominado secretario cuarto de la Mesa y al poco se produjo en España el intento de golpe de Estado del 23-F de 1981. En la sala casi todos los presentes eran capaces de recordar alguna anécdota, frase o máxima de Bono relacionada con esa intentona. Bono, sin embargo, estaba más interesado en ensalzar a Zapatero, que le ganó un congreso interno para liderar el PSOE por siete votos y luego le “regaló” la presidencia del Congreso de los Diputados, para a su vez mandar algún aviso en clave de partido en defensa de Pedro Sánchez. El político manchego glosó los grandes logros del mandato de Zapatero: “Sacar en su primer día en La Moncloa a las tropas de la guerra ilegal e inmoral de Irak frente a las presiones de Estados Unidos”, acabar con ETA (reveló que muchas noches escuchaban las cintas grabadas por el CNI a sus dirigentes), implantar el matrimonio igualitario, la prohibición de fumar en público y el carné por puntos, y poner en marcha la Unidad Militar de Emergencias.
Bono quiso rescatar la herencia de las grandes conquistas del presidente Zapatero para recomendar paciencia y aguante tanto a la actual presidenta de las Cortes, la socialista Francina Armengol, que recibe duros ataques en el Congreso desde la derecha y la ultraderecha, y para equiparar esas embestidas de los que llamó “sicofantes” a las que recibe el presidente Sánchez. Fue ahí cuando remarcó que no está en todo de acuerdo con el actual líder y secretario general del PSOE, pero lo definió como una persona “honrada y honesta”. Y a continuación reclamó a todos los presentes y algunos ausentes del propio PSOE que también lo cuestionan que lo defiendan y arropen.
El expresidente de las Cortes y exministro de Defensa se reservó para el final una dura réplica a los planes del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sobre Gaza y le llamó “desalmado” e “imitador de Hitler” y de manera indirecta “despreciable y delincuente” y llamó a mantener frente a sus propuestas un “discurso emocional, pero no diplomático y sin miedo”. El último eslogan de Bono fue toda una confesión de conclusiones tras una larga vida dedicado a la cosa pública: “La política es menos importante que la vida, sean felices, vivan a tope y recelen siempre de los que son siempre los mejores y más buenos y viven en el amor a Dios”.