España se quedó sin balonmano y, salvo muchas carambolas, sin Mundial. A falta de una jornada para que acabe la segunda fase, el camino de la selección en el torneo quedó abocado a un milagro después de caer de forma inapelable frente al ímpetu juvenil de Portugal. Nada más regresar del descanso, un nuevo genio de este deporte, de nombre Francisco Costa (19 años), desató un tornado en la pista de Oslo y la casa de los Hispanos voló por los aires. Siete goles casi seguidos se apuntó el chaval —un tipo inabordable para la floja defensa española—, que estuvo bien secundado por su hermano Martim y, sobre todo, por el portero Diogo Marqués, el MVP del encuentro con sus 12 intervenciones. La actuación de ambos tuvo un efecto devastador en la selección, sin palabra ni solución más allá de un amago final a las bravas que se estrelló, otra vez, en el cuerpo de Marqués.
La defensa española fue translúcida y el ataque cayó en el socavón de los débiles: las pérdidas de balón. La selección fue un equipo inconsistente que dejó escapar rápido las dos ventajas que atrapó (12-8 y 19-16), y se diluyó ante lo que le cayó encima tras el intermedio. El plan kamikaze final, cuando ya no le quedaba otra (23-28 a falta de ocho minutos), no llegó a nada. Después de las dos victorias de carril y descontadas frente a las débiles Chile y Japón, España no encontró más respuesta que la heroica ante Suecia, lo que nunca le falla. Pero al margen de la furia, le faltó juego y armas para hacer frente a los rivales de su liga: Noruega y Portugal.
Porque los lusos, al fin, ascendieron a la planta noble del 40×20 tras algunos amagos. Su victoria incontestable ante los Hispanos confirmó su gran crecida de la mano de los hermanos Costa y el pivote Luis Frade, pese a su discreta actuación de este viernes. En toda la historia, habían perdido 32 de los 38 duelos ante la selección, pero Portugal ya no es aquel vecino pobre. En este Mundial, sigue invicto y apunta a los cuartos.
La cita, con tres parejas de hermanos (Álex y Dani Dujshebaev, Petar y Djordje Cikusa, y Francisco y Martim Costa) se presentó para los dos equipos como una final en mitad del río, y no era una frase hecha. Para España, no ganar significaba quedarse virtualmente fuera. Y para Portugal, depender de resultados de otros en la última jornada pese a estar imbatido. Un contexto que metió el choque en una burbuja opresiva.
Del 19-16 al 19-22
España tiró de Sergey Hernández bajo palos y del avanzado en la defensa, dos medidas que le darían sus frutos de inicio, aunque no terminaron de echar raíces. Amagó con demarrar (del 8-8 se escapó al 12-8) gracias al buen despliegue atrás y, al fin, al despertar de Agustín Casado en ataque. A esas horas de la tarde, aún no había muchas noticias de los hermanos Costa, pero el estirón no echó raíces y encontró réplica pronto. “En defensa hay que volver a encontrar nuestro sitio”, les reclamaba Jordi Ribera a los suyos a punto de alcanzar el descanso (16-15), al que se llegó con el fly de costa a costa entre Dani Dujshebaev y Ferrán Solé.
De ahí regresó España con dos tantos seguidos de Álex Dujshebaev que dejaba las cosas en un apetitoso 19-16. Pero aquello solo fue engordar para morir. Y sin gran demora. De repente, en el pabellón irrumpió un zurdo avasallador, Francisco Costa. Entre el 19-16 y el 19-22, el joven se apuntó cinco tantos. Los nueve minutos que cambiaron el rumbo de la tarde. A partir de entonces, España se sintió desbordada y solo encontró algún alivio con dos exclusiones lusas para seguir agarrado al encuentro con una mano.
Una posición muy precaria cuyas costuras terminaron de saltar con dos goles a portería vacía: 23-28 a falta de ocho minutos. El aire mortuorio del tiempo muerto de Jordi Ribera, pese a su llamada a la esperanza (”Una a una, cinco goles, aún estamos a tiempo”), no fue más allá de un intento estéril. Se puso a tres a falta de tres minutos (28-31), pero nada. Reapareció Diogo Marqués y se acabó el debate. El Mundial saluda a la efervescente Portugal y despide a la corajuda España, que en este campeonato se vio huérfana de balonmano. El partido de este domingo contra Brasil (18.00, Tdp) solo quedará a título de inventario salvo una cascada de carambolas a su favor con las que nadie cuenta.