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La tienda de la ‘Peruseta’ | Noticias de Cataluña

Tiendas de barrio
Venta de periódicos en una gran superficie.Gianluca Battista

La Peruseta tiene colgado desde septiembre el cartel de “se traspasa” en su negocio de Cal Lila. No es una propietaria más ni se trata de una tienda cualquiera de Prats de Lluçanès. Hubo un tiempo en que al mando estuvo Modest Puig, uno de mis mejores amigos y compañero de equipo en el juvenil del FC Pradenc, socio entonces del hoy presidente del club Josep Paré. Ahora está administrada por Natàlia López, la nieta de Anselm Gost, el patriarca Perusa, que fue albañil y ciudadano ilustre, siempre vinculado al teatro, la música y la cultura, referente humanístico del pueblo y para algunos del Lluçanès. El editor Lluís Vila escribió un libro sobre su figura: L’home que em portava La Vanguardia.

No es extraño que la Peruseta sepa mucho de canto, de danza y más de la trencadansa, se sienta a gusto y sea aplaudida en el escenario y forme parte de la familia dels Bastoners Estalladors. Ni sorprende tampoco que venda diarios y revistas en Cal Lila y los reparta como hacía su querido e idolatrado Anselm. Una papelería que también funciona como copistería y en la que se pueden comprar libros, regalos, juguetes y golosinas, así como jugar a las Loterías de Cataluña. Y resulta comprensible también que busque una solución de continuidad a su tienda cuando las hay que ya han anunciado su cierre como la mercería Cala Morena y la perfumería Susi. Ocurre que en cuatro meses solo una persona se ha interesado por Cal Lila.

Mucho me temo que me quedaré una vez más sin mis diarios si pierdo a la Peruseta. Habrá que volver a dar vueltas hasta encontrar un puesto de venta cada vez más distante del Lluçanès y difícilmente descubriré a una interlocutora tan próxima y rebelde que quiera y al mismo tiempo reniegue tanto de los diarios como yo, tal que fuera periodista, como Natàlia. Los periódicos se alejan también de las librerías de la comarca, seguramente porque no hay negocio más esclavo y desagradecido, y se resignan a ser expuestos en un rincón de un área de servicio, en un supermercado o en una tienda en la que sean un artículo más de consumo, sin ningún trato a favor, nada que ver con un quiosco, ni siquiera un quiosco-café de Barcelona.

Me consta que todavía hay comercios en los que se pueden encontrar algunos periódicos y sé también de sitios donde llegan por suscripción -o encargo-, y te venden los sobrantes, ninguno tan entrañable como Cal Pensiró, bautizado por el añorado Ricard Mampel como El Corte Inglés de Perafita. La mejor manera de definir una gran superficie personificada en la familia Verdaguer. La fonda es igual de popular que la tienda y los servicios asumidos son tantos que incluso ejerce si es necesario de cajero automático en un municipio que por lo menos una vez al mes cuenta con la visita de un banco móvil dispuesto por la Generalitat y la Diputación. No hay mejor lugar para socializar que Cal Pensiró.

Las tiendas dan identidad y carácter a un pueblo, permiten saber de su gente porque en cada visita se habla, se atiende, se personaliza, se fiscaliza, una tarea muy periodística y de la que huye la mayoría de los jóvenes, que prefieren el anonimato y la compra por internet o en las grandes empresas alimentarias, lugares en los que un novel reponedor de verduras puede llegar a confundir las judías con los guisantes, como constaté con asombro la semana pasada en el barrio de Gràcia. Nadie quiere ser aprendiz, los oficios se extinguen, el sentido de responsabilidad se diluye y las tiendas cierran porque se rompe la cadena, el paso del abuelo-padre-hijo, el amor o la condena a un mostrador, en Perafita o en Barcelona.

Una información de TVE del 2 de diciembre de 2024 que se remitía a datos oficiales aseguraba que cada día se cierran 25 tiendas minoristas en España desde que sus ingresos han caído entre el 37% y el 50% desde 2006 mientras avanza el gran comercio, las franquicias y las grandes empresas, en un 5%. La oferta cada vez es más uniforme, varían los hábitos de consumo y se impone un cambio generacional que, ante la precariedad laboral y la dificultad para la vivienda, no prioriza necesariamente la cultura del esfuerzo, la del trabajo y el ahorro, sino que también le motiva el ocio y un sueldo fijo, así como la conciliación familiar, la máxima aspiración ahora mismo para Natàlia.

La Peruseta sueña con poder llegar a su casa a una hora decente y poder cuidar de su hija pequeña de cinco años, “no verla, si no tenerla y sentirla”, y aliviar a la mayor, que ayuda cuando es menester en Cal Lila. Mucho me temo que Natàlia, una profesional a la que no asusta su futuro después de cursar estudios de comercio internacional, se ha cansado también de todos nosotros, de los que la responsabilizan de la tardanza del camión de reparto de los diarios, de los que pedimos que nos abra cada día y a cada hora -también por Navidad-, de los que exigen que les dé las gracias y no sea tan impertinente y también de los que pretenden que les solucione las compras fallidas de Amazon.

No solo hemos agotado a la Peruseta, sino que además los hay que la culpan -como siempre ocurre cuando desaparece una tienda- del traspaso de Cal Lila. Así somos los clientes que exigimos un trato singular para no abrazar la globalidad, esclavos emocionales de una tienda, de una plaza, de un barrio, de un olor, de un pueblo que pretendemos reencontrar y no dejamos de perseguir cada vez que estamos de vuelta, como si nos fuera la vida y quisiéramos volver a nacer en el lugar más romántico del Lluçanès. El comercio demanda mucha paciencia y más sacrificio para un jornal menor, aun cuando la comarca vuelve a crecer de un año a otro hasta alcanzar actualmente 8.144 habitantes, 43 más que en 2023.

Me he enterado del aumento con la lectura de La Rella, una muy buena publicación que me pone al día de cuanto acontece en el Lluçanès, y también de El 9 Nou, que ha sido distinguido por segunda vez con el Premi Tasis Torrent de Premsa Local i Comarcal. El director editorial, Agustí Danés, un buen amigo y extraordinario periodista, afirmó en el momento de recoger el galardón: “Tenemos tendencia a adjetivar demasiado al periodismo -de proximidad, de kilómetro cero- cuando en realidad el único periodismo que existe es el que se hace con rigor, honestidad, ganas y espíritu de servicio”, palabras que me reconcilian con una manera de ser y de hacer indistintamente en Prats o en Barcelona.

La gracia está en que te lo recuerden desde El 9 Nou, allí donde empecé como periodista, siempre apegado a Prats, a Perafita y al Lluçanès, y lo puedas leer en Cal Lila después de comprar los diarios, igual de ordenados y jerarquizados que las noticias, con el beneplácito de la divertida Peruseta.

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