Una de las promesas centrales de la autodenominada Cuarta Transformación ha sido la de transparentar todo. “El gobierno más transparente de la historia. La transparencia es el alma de la democracia”, dijo alguna vez Andrés Manuel López Obrador.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha seguido con el mismo discurso, sin embargo, no hay intención de construir gobiernos transparentes; por el contrario, la intención ha sido la de ampliar los recovecos de arbitrariedad y justificar la ambigüedad y la opacidad en el uso de los recursos públicos y de la información del Estado mexicano.
Cualquier crítica a la falta de transparencia es ferozmente atacada y descalificada. Aunque ha cambiado un poco el tono respecto al sexenio de López Obrador, en este campo la cerrazón sigue siendo la misma.
